lunes, 25 de julio de 2011

Educación Física. Propuesta hacia el método Montessori

Hace más de un siglo atrás María Montessori nos indico el camino, para educar a nuestros niños en forma integral, desde la libertad, la autonomía y la independencia, términos resumidos en la palabra autodisciplina. Eran momentos de guerra en el mundo y donde el ideal a alcanzar era por sobre todo la paz, a partir de la educación que recibirían los niños, futuros adultos y constructores de un nuevo mundo.
Gran desafío y maravillosa oportunidad para los educadores de la época. Herencia para nosotros, educadores de este milenio. Construir una sociedad mejor a partir de la educación suena a utopía en tiempos donde la sociedad determina las directrices de la educación. Por lo tanto cabría la pregunta, ¿Qué sociedad queremos construir?, la resultante por tanto entregará la educación que necesitamos.
Desde la especialidad de la Educación Física la respuesta es clara, promover la salud y el bienestar de los niños a través de la actividad física es la premisa. Y la educación es el medio para lograrlo. Montessori habla de cuatro principios fundamentales de su método, de los cuales nos debemos apropiar en pro de nuestro objetivo.
La mente absorbente, primer principio Montessori. Nos habla de cómo los niños desde muy pequeños tienen la capacidad de observar y asir todo lo que los rodea, cada sensación se transforma en un aprendizaje y en un vínculo que hace suyo el entorno. “Ésta es la capacidad única en cada niño de tomar su ambiente y de aprender cómo adaptarse a la vida” (1). El ambiente inmediato del niño lo construye su familia, el colegio y el ambiente sociocultural al que pertenece, es aquí donde comienza el desafío de la especialidad como educadores físicos, trabajar mancomunadamente junto a la familia y entorno, principalmente para adquirir hábitos de vida saludable desde la comida sana, hasta la buena utilización de los momentos de ocio, con actividades que promuevan la vida al aire libre, compartiendo con la familia y seres queridos, que por sobre todo produzcan satisfacción, agrado y alegría en el niño y los suyos, para replicarlas cuantas veces sea necesario, transformándola en un habito familiar y personal.
En el colegio debemos reforzar todo esto con desafíos personales, cambios de hábitos en temas significativos y tangibles como las colaciones, presentarle diversidad de gustos, texturas, colores, características de frutas, verduras y todo tipo de alimentos, provocando una libre elección hacia una buena alimentación y una comida saludable, esto acompañado de actividades habituales como recreos activos y pausas entretenidos, todo lo anterior con el fin de provocar en la relación con los compañeros y el entorno escolar que el niño descubra los beneficios y satisfacciones que estas actividades provocan. Esto sin duda alguna viene a complementar y atraviesa transversalmente el plan curricular de la educación Montessori en lo que se refiere a vida práctica y educación sensorial, nutriéndolo y haciéndolo trascendente y significativo para alcanzar nuestro objetivo.
El principio de los Periodos sensibles no es un desafío menor para la especialidad, ya que si bien motrizmente hablando, cada uno de los períodos de desarrollo del niño son muy marcados y uno puede volver a trabajar y especializar patrones motores. Montessori nos muestra que estos períodos en lo cognitivo pasan y no vuelven mas. Por lo que habría que estar muy atentos, observando constantemente a nuestros niños y anticipando estos períodos para guiarlos en su normal y óptimo desarrollo, cuestión fundamental para conseguir nuestro objetivo de la especialidad, ya que el respeto a cada una de las etapas de desarrollo darán al niño la confianza y seguridad para enfrentar todos los desafíos que la vida le presente y logre un empoderamiento hacia su propio bienestar y calidad de vida. En este principio la especialidad se convierte en una herramienta más que tiene el niño para descubrir su potencial y llevarlo al máximo de su expresión desde los movimientos fundamentales hasta el desarrollo de habilidades sociales en el FAIR PLAY. Esta verdadera herramienta debe ser capaz en el contexto lúdico y libre en que se realiza de permitir al niño expresar todo su ser, mostrarse tal cual es, fuera del salón y desde ahí construir por medio de la observación y el registro el verdadero perfil del niño y su grado de desarrollo, lo que nos permitirá actuar a tiempo y con eficiencia en su desarrollo integral.
Junto a todo lo anterior se une el principio del Ambiente Preparado, cuestión en que la especialidad a desarrollado de buena manera en la realidad Colegio Epullay, donde existen todo tipo de implementos con los tamaños, medidas, pesos y texturas apropiados a cada nivel de desarrollo y el niño se encuentra con desafíos que puede superar a partir de condiciones mínimas aseguradas, lo que falta es justamente nutrir estos ambientes y liberarlos, formar autonomía y autodisciplina en la utilización de los espacios y los distintos implementos que posee la institución, que los niños y jóvenes se sientas invitados a realizar actividades guiadas e inventen otras junto a los demás, pero por sobre todo que sientan que esta todo preparado para que entren en acción, una acción satisfactoria que termine siempre en una reflexión que trascienda todo lo realizado, lo aprendido y lo vivido en la relación con otros. Sin duda alguna, estos espacios deben ser ganados por nuestros niños y jóvenes con su compromiso diario hacia ellos y el ambiente, para que en vez de cerrar, limitar y clausurar espacios estos se conviertan en lugares de encuentro y aprendizaje donde se ponga a prueba todas las potencialidades del niño, orientándolo hacia la búsqueda de su bienestar humano. Esto es el complemento ideal del último principio Montessori actitud del adulto. Este debe ser comprendido y compartido por guías, especialistas, padres y comunidad en general, la idea es que el niño por sobre todo descubra con la guía de los adultos, que aprenda, se equivoque, por que siempre existirá una mano que le ayudará a hacer una autoevaluación y corregir dificultades. El adulto acompaña no dirige al niño, da las reglas y normas generales para asegurar la convivencia, el resto es tarea del niño explorar, descubrir y hacer suyo cuanto le interese y sea significativo.
Con el complemento de estos principios y teniendo muy claro el objetivo de la especialidad educativo física, esta propuesta puede llegar a muy buen puerto y puede sentar las bases para construir una sociedad en que los niños sean protagonistas a partir de sus propias acciones.


Escrito por: Roberto Acevedo Fernández